domingo, 23 de noviembre de 2008

Siete noches te he sentido dormir a través de mi puerta. No eras mía, pero me gustaba oírte respirar bajo el mismo techo. Tu aliento se me fue haciendo costumbre, y ahora lo único que sé es que ya no podría vivir sin él; lo necesito junto a mí y para siempre, contra mi propia almohada. En tu casa o en la mía, ¡qué importa! Cualquiera de las dos puede ser nuestra. Elige tú.